Carlos Machicado: “Industria-universidad, su divorcio impide el desarrollo sostenible”

El investigador senior del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad) afirma que la única respuesta a la desaceleración de economías como la boliviana —basadas en la explotación de materias primas— y al alcance de un desarrollo sostenible es la productividad, que esencialmente es innovación e investigación y desarrollo.

El investigador senior del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), Carlos Machicado. Foto: Luis Gandarillas

Bolivia se encuentra actualmente entre los países menos innovadores del planeta, según la décima versión del Índice Mundial de la Innovación 2017, elaborado por la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) y otras siete instituciones especializadas de diferentes países que ubican al Estado Plurinacional en el puesto 106 de 127 economías y en el último lugar de la clasificación en Sudamérica. El informe evalúa la situación en los países mediante docenas de parámetros, desde la presentación de solicitudes de patente hasta el gasto en educación y ofrece así un panorama muy completo acerca de la actividad innovadora, que es cada vez más un motor de crecimiento económico y social. La evolución de esta capacidad en el país fue analizada por Carlos Gustavo Machicado en el foro Industrialización, Innovación y un Modelo Social Sostenible, realizado el 1 de noviembre por la Universidad Católica Boliviana y la Cámara Departamental de Industrias de La Paz.

— ¿Qué es lo que se entiende por innovación?

— Es una palabra que está de moda y aparece en todo, en los planes educativos de los colegios, en los líderes del cambio que están formando las universidades y en las ideas que venden las consultoras. Existen diferentes definiciones, pero me quedo con la del economista Joseph Schumpeter, quien indica que solo se puede hablar de innovación cuando se posiciona en el mercado un producto, un servicio, un proceso, un nuevo método de producción o de marketing, un nuevo suministro de materias primas, un nuevo sistema de distribución o una nueva estructura de mercado que hayan sido generados por medio de la investigación. Aquello que no cumple con ese requisito no es innovación, es simplemente un descubrimiento (…). Antes se pensaba que la innovación solo se daba en productos manufacturados, pero hoy en día se ha visto que los servicios pueden ser innovadores y al ser innovadores pueden ser también altamente productivos.

— ¿Cómo ve el estado de la innovación en el país?

— No existe una línea de investigación, un esfuerzo explícito, por medir la innovación en el Estado. Pero sí hay otros indicadores que nos permiten tener alguna visión de la situación de esa capacidad en el país, como el Índice de Competitividad Global (ICG) 2016-2017 (del Foro Económico Mundial) que ubica a Bolivia en el puesto 121 de 138 países y a su estado de innovación en el puesto 135 de 138. Uno de los elementos fundamentales para innovar es que exista una colaboración muy estrecha entre universidad e industria, porque la industria al final lo que va a hacer no es tanto innovar sino llevar adelante lo que ya se ha descubierto en las universidades. Pero el ICG nos muestra un muy grande divorcio entre las universidades y la industria con el que nunca vamos a llegar a nada, vamos a seguir manteniendo niveles de innovación que están cercanos y por debajo de los de países de África. Estamos realmente súper atrasados (…). Otros elementos que van en contra de actividades orientadas hacia la innovación son la sobrerregulación, los impuestos y la rigidez laboral.

— El Índice Mundial de la Innovación 2017 ubica también al Estado Plurinacional en el puesto 106 de 127 economías…

— No conozco el estudio, pero los derechos de propiedad intelectual también son algo muy importante para incentivar la actividad, ya que los alicientes para los investigadores que generan innovación por parte de los sectores público y privado son muy pocos, lo que explica también el retraso en investigación y desarrollo que tiene el país. El sistema de registro de patentes de Bolivia no está tan mal comparado con el de, por ejemplo, Perú; es un poquito burocrático pero funciona bastante bien.

— En el limitado desarrollo innovativo que hay en el país, ¿qué sectores económicos son los más representativos?

— Lo que se ha visto es que Bolivia ha innovado mucho en software (…). La evidencia de los estudios que se han hecho en el ámbito latinoamericano muestra que las tecnologías de información y comunicación (TIC) influyen muchísimo en esa capacidad. Entonces, en la medida en que todas las empresas, ya sea que estén dedicadas a manufacturas o a servicios, introducen TIC en sus procesos productivos pueden también incorporar innovaciones interesantes y eso también se ha visto aquí en Bolivia.

— ¿Es costoso innovar?

— El proceso tiene costos fijos muy altos, porque cuando uno hace investigación no sabe a qué va a llegar, puede ser que tenga éxito como que no, hay un cierto grado de incertidumbre.

 ¿Está lo poco que se ha avanzado en innovación en manos privadas, públicas, nacionales o extranjeras?

— Es tan baja la innovación que se hace que ni en el sector privado ni en el público se puede hablar de una innovación que esté enfocada a incrementar la productividad, las que se hacen son sencillas, para salvar el momento, no tienen visión de largo plazo. En la teoría económica se dice que las compañías tienen que innovar para mantenerse en el mercado y evitar ser desplazadas por una compañía mejor. En Bolivia eso no existe, las empresas más bien se protegen entre ellas y tienen miedo a competir en temas de innovación. En el país deberíamos ver eso, pero es así, las empresas que aparecen en estos índices (rankings empresariales) son las mismas todos los años. Entonces, pensaría realmente que ni las públicas ni las privadas están haciendo esfuerzos por innovar.

— ¿En qué tiempo se puede llevar adelante un proceso para desarrollar esta capacidad en el mercado nacional?

— En Bolivia se necesita hacer primero una reforma educativa que permita cambiar el currículo de las universidades, para que los estudiantes estén especialmente formados para ser investigadores, lo que no ocurre hoy. Estas mismas casas de estudio deberían luego contratar a esos estudiantes —una vez que hayan hecho maestrías y doctorados— para que hagan investigación bajo su mismo techo. Ese ciclo fundamental falta en el país.

— ¿La estructura educativa entonces no impulsa de ninguna forma la innovación?

— No

— ¿Y la estructura legislativa?

— Pensaría que no, porque la innovación requiere de seguridad jurídica, del respeto a los derechos de propiedad intelectual y a la propiedad privada, para que el día de mañana yo pueda hacerle un juicio al que copie mi trabajo, pero eso en Bolivia aparentemente no está garantizado por todos los problemas que tiene la Justicia. Hay otros factores que influyen al momento de hacer un juicio, si tengo plata, si me puedo comprar al fiscal, al abogado…

— ¿Qué efectos tiene la falta de innovación en una economía como la boliviana?

— La única respuesta a la desaceleración de la economía y al alcance de un desarrollo sostenible es la productividad, que esencialmente es innovación e investigación y desarrollo. En la medida en que logremos consolidar un modelo económico que se base en la productividad vamos a poder mantener tasas de crecimiento sostenibles y la única manera de mantener una productividad que sea sostenible es a través de la innovación (..). Los países que más innovan como Singapur y otros tienen —en el momento que más han innovado— tasas de crecimiento por encima del 8 o 10%.

— ¿Cuáles deberían ser las tareas primordiales para el desarrollo de la innovación?

— Hay muchos factores que influyen en la innovación, la regulación, los costos, la rentabilidad, el tamaño del mercado y otros, por lo que el punto de partida es la medición. Primero necesitamos saber qué problemas tienen las empresas para innovar y por qué las universidades no están investigando. Puede ser también que no haya científicos, porque según el ICG Bolivia ocupa el puesto 130 en disponibilidad de investigadores. Después se debe efectuar un diagnóstico de qué es lo que realmente las empresas están haciendo o no están haciendo en el sector y por qué. Una vez que se tenga la medición y el diagnóstico, Gobierno, empresarios y universidades deben reunirse y definir una alianza, una estrategia en las que todos salgan ganando (…). El Gobierno debe implementar políticas para fomentar un vínculo más estrecho entre los tres eslabones, pero sobre todo entre empresas y universidades porque al final son las empresas las que van a llevar a la práctica las investigaciones que hagan las universidades.