Bolivia, con cifras a la baja y ante el desafío de un nuevo paradigma

El país registra avances en lo social, pero aún el crecimiento se basa en recursos naturales. Cae la producción de gas, hay baja productividad y pobreza.

¿Cómo están la economía y el desarrollo del país en la antesala del Bicentenario? Hay avances en lo social, pero el país enfrenta una constante pugna política y problemas con las divisas, déficit fiscal, conflictos en el sector de hidrocarburos y persiste  el crecimiento basado en la explotación de recursos naturales, lo que lleva a una baja productividad.

Entre algunos expertos entrevistados, hay quienes consideran que se necesita un nuevo paradigma de desarrollo y romper, además, con el extractivismo, con la introducción de reformas estructurales profundas.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia creció en 3,1% en 2023 y este año el Gobierno proyecta una tasa de 3,7%.

El dato del déficit fiscal de 2023 aún no ha sido difundido de manera oficial por el Ministerio de Economía, pero analistas estiman que llegó a 11%.

El presidente del Colegio de Economistas de Bolivia, Jorge Akamine, señala que en la antesala del Bicentenario, el país atraviesa por una crisis política grave que complica cada vez más lo económico y lo social.

“Al tener problemas en lo político y económico va a aparecer la tercera demanda, que es lo social y sus problemas”, agrega.

La directora del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (Inesad), Beatriz Muriel, sostiene que  Bolivia ha avanzado en el ámbito social con una reducción importante de la pobreza y la desigualdad, así como una mayor cobertura de los servicios sociales (educación, salud y servicios básicos).

Sin embargo, observa que en Bolivia persiste el crecimiento basado en la explotación de los recursos naturales, lo que ha derivado en un bajo desarrollo y que tuvo como resultado una baja productividad, precariedad laboral y pocas dinámicas empresariales virtuosas. Los principales problemas del país tienen que ver, dice, con altos y persistentes déficits fiscales y comerciales, y bajos niveles de las Reservas Internacionales Netas (RIN).

Advierte que estas dificultades se agudizarán, llevando al país a mayores desequilibrios económicos y, por lo tanto, problemas sociales. Por ejemplo, los menores recursos conducirán a un deterioro en la provisión de servicios sociales y un mayor descontento de la población.

Para el analista financiero  Jaime Dunn, el país llega a la antesala del Bicentenario con el modelo económico social y comunitario del MAS agotado, el cual solo funcionó en el auge de precios de las materias primas, por lo que ahora se necesita un nuevo paradigma de desarrollo.

“Antes, los ciclos eran discusiones entre izquierda y derecha, modelos más al centro, izquierda o derecha, pero el Bicentenario abre la discusión para que la gente opine si quiere que las cosas se hagan con mayor o menor participación del Estado, donde los individuos sean los importantes”, subrayó.

El economista Enrique Velazco opinó que la extendida pobreza está alimentada por la precariedad y baja productividad de las ocupaciones, debido a la incapacidad estructural de la economía para crear las oportunidades de empleo digno que la sociedad necesita.

La distribución del ingreso generado por trabajo está entre las más inequitativas del mundo: mientras que en economías con mejor calidad de crecimiento la remuneración al trabajo supera el 60% del PIB, en Bolivia ha estado por debajo del 30%.

El país, agregó, no ha encarado políticas reales de creación de puestos de trabajo con incentivos a la justa remuneración y la equitativa distribución del producto; por el contrario, se promueve el “cuenta-propismo forzado” bajo el eufemismo de “microempresas” de muy baja productividad y con alta precariedad del empleo.

La creciente acumulación de ahorro no productivo y el fortalecimiento de tendencias e incentivos al comercio (formal e informal), las inversiones (y especulaciones) en sectores como el inmobiliario (dentro y fuera del país), importaciones de vehículos y ropa usados acentúan utilidades, por un lado, y la precariedad del empleo, por otro.

Según Velazco, Bolivia, al celebrar su Bicentenario, necesita adoptar como la primera meta del tercer centenario romper definitivamente con el extractivismo, introduciendo profundas reformas estructurales en las políticas fiscales y tributarias e incidir en la creación efectiva de puestos de trabajo.

Añadió que la economía del tercer centenario deberá estar centrada en el desarrollo del potencial humano, de manera que el origen de la creación de riqueza, que garantice el crecimiento de la economía, sea la creatividad y la capacidad de trabajo de las personas, no el Estado ni el capital. Deberán ser también las personas y sus hogares, no el Gobierno ni los dueños del capital, los directos beneficiarios del crecimiento sostenible de la economía.

Según el último informe del Banco Mundial sobre el país, de abril de este año, concluido el boom de las materias primas en 2014, Bolivia recurrió a un elevado gasto público y un creciente crédito interno para mantener un alto crecimiento económico.

Con un entorno menos favorable, estas medidas resultaron en el aumento de la deuda pública y la reducción de las Reservas Internacionales Netas (RIN) y los ahorros fiscales acumulados en la bonanza. La situación fue agravada por la crisis sanitaria y económica provocada por el Covid-19.

Luego de la pandemia, Bolivia logró una importante recuperación económica y reducción de la pobreza, debido a la relajación de las medidas de aislamiento y un mejor entorno externo, incluyendo el alza de los precios internacionales de productos de exportación.

Sin embargo, el alto endeudamiento público, la caída de la producción de gas natural y las modestas reservas internacionales han limitado los esfuerzos del Gobierno por impulsar el crecimiento y han generado presiones sobre el mercado cambiario, en el que ha surgido un tipo de cambio paralelo.

PUNTOS DE VISTA

Beatriz Muriel: “Hay avances en lo social, pero se mantienen los altos y persistentes déficits”

Bolivia ha avanzado en el ámbito social con una reducción importante de la pobreza y la desigualdad, así como una mayor cobertura de los servicios sociales (educación, salud, servicios básicos). De acuerdo con  datos del Instituto Nacional de Estadística, en el último año, con información de 2022, la pobreza moderada llegó al 37,7% y la extrema pobreza al 12,5%.

Además, la desigualdad de GINI, medida por el ingreso mensual, fue de 0,43.  Sin embargo, la calidad y el acceso efectivo a los servicios sociales todavía presentan desafíos.

En el ámbito económico permanece el crecimiento basado en la explotación de los recursos naturales, lo que ha llevado a un bajo desarrollo productivo que ha dado como resultado una baja productividad, precariedad laboral y pocas dinámicas empresariales virtuosas.

 En el ámbito político todavía se mantiene el desafío de contar con instituciones fuertes e idóneas que permitan consolidar un Estado de Derecho en todo el sentido del concepto.

Los principales desafíos y problemas que tiene Bolivia a resolver son los desequilibrios macroeconómicos ya conocidos: altos y persistentes déficits fiscales, déficits comerciales, bajos niveles de reservas internacionales. Estos se agudizarán en estos años, llevando al país a mayores problemas económicos y, desde aquí, también a mayores problemas sociales.

Por ejemplo, los menores recursos conducirán a un deterioro en la provisión de servicios sociales y un mayor descontento de la población. El mantenimiento de un tipo de cambio fijo ajeno a su precio de mercado conducirá a un aumento de la inflación y al empobrecimiento de la población.

Los actores principales del desarrollo son la sociedad y el Estado, y estos deben cambiar.

Por un lado, la educación y la comunicación deben ser tal que promuevan una sociedad responsable, respetuosa, productiva e inclusiva.

Por otro lado, las instituciones deben ser más  fuertes e idóneas para promover los derechos y hacer cumplir las obligaciones de toda la sociedad.

Jorge Akamine: Bolivia atraviesa por una crisis política en la antesala del Bicentenario y complica a la economía

Al tener problemas en lo político y económico va a aparecer la tercera demanda que es lo social. Los desafíos de Bolivia hacia 2025 tienen que ver con generar escenarios donde por lo menos puedan converger las visiones de  los distintos sectores y actores políticos. Pero el riesgo es muy alto, porque predomina el poder político.

Bolivia llega a la antesala del Bicentenario con cuadros de retroceso en desarrollo como tal y los indicadores lo dicen todo; hay procesos de desaceleración económica  constantes, inestabilidad de precios por el problema de la falta de divisas ante la caída de las Reservas Internacionales Netas.

Además, hay dificultades por la crisis energética y del sector hidrocarburos.

Hay un deterioro del empleo desde la pandemia de Covid-19 y de la calidad de vida; hay menores ingresos y condiciones más vulnerables y de pobreza.

Estamos viviendo día a día y lo que se espera hacia adelante, si continuamos con estos problemas económicos, sociales y políticos, es que vamos a llegar a un Bicentenario sin mucho que festejar.

A partir de ese escenario se podría esperar un pacto político que permita garantizar una armonía con la economía y se genere tranquilidad social. El escenario ideal es el de un consenso por la economía y el bienestar social.

El problema es que, de acá a un año, quizá se tendrán que adoptar medidas que afectarán a la economía y la sociedad para corregir los desequilibrios y aquellos indicadores que se deterioraron.

Se necesita tranquilidad social para que las empresas desarrollen sus actividades y no mostrar una mala imagen al mundo, y lo que se esperaría es que se puedan alcanzar acuerdos que permitan salir de este estancamiento.

Enrique Velazco: Desde 1925, el ingreso per cápita cayó entre 35% y 40% de la media en la región

Al iniciar el camino hacia el Bicentenario, Bolivia, en 1925, tenía un ingreso por persona (PIB per cápita) equivalente al 85% o 90% del promedio de América Latina, sitial que mantuvo a lo largo de 25 años, hasta 1950.

En los casi 75 años transcurridos desde entonces, el ingreso de los bolivianos cayó entre 35% y 40% de la media latinoamericana, lo que nos ubica entre las cuatro economías más pobres de la región.

En términos de valores monetarios, el PIB per cápita de los bolivianos se duplicó (de 3.000 a 6.000 dólares), pero el de América Latina aumentó cuatro veces.

Con una mirada más global, desde 1950, el ingreso por persona de los malasios, indonesios, irlandeses y españoles se multiplicó entre cinco y ocho veces; Japón y China unas 18 veces y, finalmente, Corea del Sur y Taiwán, en más de 25 veces. Reconociendo que Bolivia ha sido generosamente dotada de recursos naturales, en cantidad y en variedad, y que, además, los bolivianos han mostrado alta capacidad de desempeño en términos laborales, productivos y creativos, especialmente cuando salen del país, ¿cómo se explica el gran estancamiento del desarrollo boliviano respecto al resto del mundo, y en especial de América Latina, región con la que compartimos, en gran medida, riquezas naturales e idiosincrasia?

En general, el “desarrollo” ha sido una elusiva meta para Bolivia.

No logramos mantener un ritmo sostenido de crecimiento a pesar que, en los últimos 75 años, hemos experimentado pendularmente con sistemas políticos –dictaduras, democracia o caudillismo–, y con “modelos” económicos con rasgos de capitalismo de Estado, economía social de mercado, neoliberalismo y, desde 2006, el Socialismo del Siglo XXI. 18  años después, incluyendo 14 en los que la economía boliviana disfrutó de inéditos ingresos gracias a un también inédito contexto externo muy favorable, avanzamos al 2025, no solo con las arcas vacías –otra vez—, sino sin ideas sobre cómo reponer las reservas de gas agotadas, o sustituir el gas natural por otra fuente de rentas que permita sustentar el funcionamiento de la economía a corto plazo.

Apenas un 20% de la población económicamente activa accede a un empleo formal, en tanto que el 80% está condenado al “cuenta-propismo obligado” que implica ocupaciones muy precarias en comercio y servicios, y que, con pocas excepciones, generan ingresos (rentas) muy cercanos a la línea de pobreza. Los servicios públicos a los que estos sectores de la población pueden acceder —salud y educación—, son también insuficientes y deficientes;

¿Qué pasó esta vez? ¿Por qué las políticas aplicadas hasta ahora han tenido el efecto contrario al esperado por la sociedad? Si tenemos abundantes recursos y nuestra gente destaca por su capacidad de trabajo, todo sugiere que las causas deben estar en malas políticas que han sido aplicadas por políticos que aplican “buenas políticas para problemas equivocados”: no son los que interesan a la gente  ni resuelven los problemas que preocupan realmente a la sociedad.

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